sábado, 24 de diciembre de 2011

Relato de un viaje a Villa Pajón

Cuando nos propusimos pasar tres días en el Parque Nacional de Valle Nuevo, mi esposa y yo tuvimos la idea de invitar a una de nuestras parientes cercana a que nos acompañara y disfrutara junto a nosotros del encanto del lugar.

El día de la partida fuimos a su casa a buscarla y recoger su equipaje, pude notar que este  era un poco excedido en dimensiones, para poderlo ubicar en el reducido espacio del Jeep, así es que por un momento pensé que su equipaje era más para un viaje en avión a París, que la de un viaje en Jeep a las montañas del país.

Nos sirvió ese momento como anécdota de referencia que comentamos durante la travesía y nos reímos en franca camaradería.

Una vez arribamos a la Cabaña, acomodamos el equipaje, nos abastecimos de leña para la chimenea y nos ambientamos en el lugar, ya sabíamos de las bajadas de temperatura al anochecer y no queríamos ser sorprendidos por el frío.

Aúnque un sol radiante nos dió la bienvenida, ya alrededor de las cinco de la tarde se fué haciendo presente la neblina.


Entonces el color verde del campo y los altos pinos adquirieron una tonalidad diferente; todo el escenario se tornó azul grisáceo, haciendo lucir indefinidas las figuras humanas y de los animales, lo que nos hacía recordar las obras impresionistas de Claude Monet y demás artistas del pincel de ese famoso movimiento iniciado en 1874.

No podíamos contener nuestro deseo de tomar en imágenes, fragmentos de este espectacular momento que había sido tocado por la magia del cambio de tonalidades y que la naturaleza había montado en este magnífico escenario.

No era posible dividir todo ese espectáculo en pequeños mosaicos, el tiempo corría con rapidez, la niebla se desvanecía, mientras la noche caía y el frío nos arropaba.
Al llegar a la cabaña, encendimos la leña de la chimenea, calentamos agua y nos preparamos un poco de té verde, nos sentamos en las viejas mecedoras de madera situadas en la sala frente al fuego y fué entonces cuando procedimos a mirar las fotos tomadas durante la neblina.
   

Aún mucho después de tomar un baño y haber tomado nuestra cena, nos manteníamos comentando sobre el espectáculo del atardecer.......; Tanto nos había gustado. !

Habíamos pasado nuestro primer día en aquel maravilloso lugar y ahora nos esperaba la jornada excitante de mañana, nuestro segundo día.

Con tal que nuestros equipos estén listos para tomar las fotografias de la mañana siguiente, había llegado el momento de preparar las cámaras, limpiar los lentes y filtros, aprovisionarnos de suficientes baterías y tarjetas.

Bien temprano nos levantamos con la idea de localizar la especie Zonotrichia capensis, conocida como Cigua de Constanza, un avecilla que sólo habita en esa zona de la Isla Hispaniola.


Los científicos y ornitólogos han estado tratando de encontrar una respuesta a la interrogante de la manera como esta especie llegó a la Isla Hispaniola, ya que su habitat es propio de climas fríos y no habita en ninguna de las otras islas del Caribe.

Es entonces cuando iniciamos el recorrido, caminando todo el sendero que nos llevaría hasta el mirador natural, situado en la parte más alta del área, a unos 2,200 metros sobre el nivel del mar, sentímos mucha emoción de saber que ibamos a disfrutar desde muy alto de una vista panorámica de las montañas y de algunas zonas pobladas de Constanza.

Habíamos decidido hacer esta ruta subiendo todo el sendero y tener la oportunidad de poder apreciar la belleza de aquel lugar, al tiempo de ir tomando fotos de todo la vegetación y bosques de la zona.

Durante el trayecto de ida nos acompañó un sol radiante, sin polución, adornado de algunas nubes blancas, lo cual fué ideal para tomar fotos del paisaje lleno de azules intensos.

Un poco más al norte, sin embargo, aparecían algunas nubes oscuras sobre las montañas más altas de la cordillera, una señal inequívoca del frío que nos llegaría esa noche y que podría hacer llegar la temperaura por debajo de los seis grados centígrados de la noche anterior.

Al llegar al mirador, pudimos observar que también había mucha nubosidad sobre el valle de Constanza, lo que nos impidió contemplar en todo su esplendor aquel panorama, por lo que dejamos para nuestra próxima ocasión repetir la visita al mirador; sin embargo no quisimos dejar de tomar algunas vistas de este panorama de cielo gris.

Fué cuando decidimos regresar a las cabañas, ante el temor que estas nubes dejaran caer agua sobre nosotros, aunque andábamos provistos de la protección necesaria para cubrir los equipos fotográficos.

Al llegar a la zona de las cabañas, pudimos ver que había un sol radiante y no se vislumbraba la remota posibilidad de agua inmediata, por lo que tomé algunas fotos de ese panorama, siendo completamente diferente al que habíamos encontrado en el mirador.


Fué justo antes del atardecer cuando las nubes se desplazaban justo por encima de las montañas y de los pinos de la zona, tenían un color blanco intenso, mostrando la pureza del color, con ausencia de la polucion ambiental, como pocas veces la había visto, ocasionando un contraste impresionante, con las sombras que sobre el valle dejaba caer el atardecer, el cielo, vistiendo sus mejores galas vespertinas y adornado de zonas rojizas, nos presentaba un espectáculo para nunca olvidar.


Nos compenetramos tanto y de manera intensa con la naturaleza, que esta nos premió con algunas muestras de su belleza.

Nuestro regreso a la ciudad lo pautamos para el día diguiente, así que el mismo estará acompañado de todas estas satisfacciones que hemos tenido en esta visita y estamos seguros que más pronto que tarde, estaremos de vuelta, para seguir disfrutando de este pequeño paraíso.

Nuestra pariente nos ha soliicitado que le invitemos cuando regresemos de nuevo, nos ha prometido que su equipaje no será ya, más propio de un viaje en avión a París,  sino el de un viaje en Jeep a las montañas del país.